Seguridad contra incendio
Cámara Argentina de Seguridad
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descanso era trabajador social. Era un buen hombre. La
gente lo apreciaba mucho; éramos buenos amigos con su
familia y su hermano que era policía del Departamento
de la ciudad”, continuó.
Sumergidos en la negrura
El capitán Spalding manifestó, además: “Juan y yo nos
miramos y cabeceamos como señal de continuar la tarea.
Ya el humo ejercía una importante presión, lo ocupaba
todo y era muy oscuro. Era la verdadera oscuridad, a pe-
sar de todo podíamos identificar las líneas de mangue-
ras que serpenteaban hacia las habitaciones del cuarto
piso. Comenzamos a avanzar guiándonos por las líneas
de mangueras, bien agachados, por debajo de ese negro
humo; había equipos que estaban trabajando en el área,
podíamos oírlos. A pesar de todo pudimos contactarlos y
llegamos dentro de las habitaciones.
El calor no era tan insoportable, estábamos cerca de las
líneas de manguera, nuestro trabajo era entrar, tirar fal-
sos techos, ventilar y buscar víctimas; el típico trabajo de
los bomberos de las dotaciones de las escaleras”. Y con-
tinuó: “Nos dirigimos a otros cuartos, pasamos a través
del pasillo del elevador, alrededor de la esquina en una
área grande central siguiendo una línea de mangueras,
permaneciendo siempre cerca de la manguera, adelante
una vez más escuchábamos los equipos trabajar, pensan-
do que ése era el cuarto del fuego. Pero no fue así. No
vimos ningún fuego, fue cuando nos dimos cuenta que
el fuego estaba debajo nuestro, golpeando fuertemente,
eso percibíamos, el humo haciéndose cada vez más oscu-
ro y pesado”.
“Encontramos a otro bombero, Woodie Gelenius. Tenía
unos veinte años de experiencia, también pertenecía a
una de las compañías del centro de la ciudad, la Número
13, y era de la dotación de una escalera. Era un hombre
muy experimentado, sabía lo que hacía, salió y no tenía
su linterna encendida. Comenzó a tropezarse, obviamen-
te estaba necesitando ayuda. Juan y yo lo tomamos y
comenzamos a retroceder siguiendo la línea de mangue-
ras tomándolo de ambos brazos, para ese entonces todo
se había tornado tan oscuro que la linterna del casco y
la del chaquetón no iluminaban absolutamente nada.
Estábamos sumergidos en la negrura total”, detalló.
Caliente como un horno
“Fue entonces cuando la condición cambió precipitada-
mente. Nunca había visto nada igual o similar. He com-
batido todo tipo de incendios, en todo tipo de edificios, y
con toda clase de combustible. Creí haberlo visto todo. De
tal manera que cambios repentinos conforme a mi expe-
riencia los trataría de dominar, de protegerme, de prote-
ger mi equipo, pero comomenciono todo cambio repenti-
namente, hoy en la actualidad sigo pensando en lo suce-
dido y me sigo sorprendiendo. El calor había aumentado
de manera tal que parecía que estábamos dentro de un
horno, en la oscuridad se podían observar parpadeos na-
ranjas alrededor mío. El calor era increíble e insoportable
y sentía que mi equipo estructural en cualquier momen-
to iba a tomar fuego”, contó durante su presentación.
“En aquellos años era uno de los tantos bomberos que no
utilizaba monjitas o verdugos de protección para la ca-
beza, porque se tenía la idea de cómo nos íbamos a dar
cuenta del intenso calor sin tener una parte del cuerpo